Aliment

Hasta ahora sólo habíamos tenido noticias de Aliment a través de dos EPs: “Split” y “Costa Brava”. Llega el turno de estrenarse en largo y lo hacen con un álbum anfetamínico, garagero e imbuido hasta la médula del espíritu punk-rock de Ramones: canciones breves y directas, como un tiro, que no dan un respiro y que se suceden a la velocidad de la luz sin dar tregua. Aliment recuperan la mejor tradición de ese rock sucio, gamberro y juvenil cuya única pretensión es la diversión, sin coartadas de ningún tipo: hedonismo en estado puro.

Se ve que Pol Huedo, Ignasi Reixach y Eduard Bujalance han crecido escuchando rock clásico y no lo ocultan, sino que le rinden homenaje, culto y pleitesía. La fórmula del trío es clásica: bajo, guitarra y batería, melodías pegadizas, voces que parecen alaridos adolescentes y canciones que terminan de forma brusca y ritmos que invitan a mover los pies birra en mano. Aliment se podrían alinear perfectamente con grupos como Black Lips, The Hives, Ty Segall, Jay Reatard o The Jon Spencer Blues Explosion, pero también se puede rastrear la influencia de los omnipresentes Beatles en esos coros de “Holy Slap” o en ese medio tiempo (el único del disco) que es “El del Perro”; e incluso de Pixies en los primeros acordes de “True Story”. Las canciones de “Holy Slap” tienen ese sonido dinamitador y esa urgencia que durante décadas ha caracterizado al rock juvenil, ése que no mira al mañana, sino que se fija sólo en el aquí y ahora, en una especie de nihilismo en el que sólo importan la velocidad y la inmediatez. Hasta los temas de las canciones son eternos: amigos, amores, desamores y noches sin fin. ¿Acaso el garage necesita mucho más?

Aliment no inventan nada ni lo pretenden: lo suyo es ceñirse a un guión que lleva escribiéndose décadas pero que sigue funcionando pese al tiempo, tal vez porque la juventud tampoco ha cambiado tanto, tal vez porque hay estilos que están llamados a permanecer estáticos e inmutables para sobrevivir. - Playground Mag

Nunca me han dado una buena paliza, pero doy por hecho que recibir una debe ser algo parecido a esto, que se pierde la noción del tiempo y que, cuando termina, levantas la vista con ambos ojos morados, las costillas castigadas y un par de dientes menos, y te preguntas qué ha pasado y cuánto ha durado sin saberlo muy bien. Así que enmiendo el título del debut de Aliment. Lo pongo en entredicho porque, más que una santa bofetada, esto es un vapuleo en toda regla, un alud de hostias con ensañamiento, puños americanos y botas con punta de acero. Gritones, hasta las cejas de vodka y speed del malo, el grupo catalán se erige en heredero de ese punk-rock gamberro que se sacaron de la chorra un puñado de skaters desquiciados en la Costa Oeste, al que añaden la ya habitual dosis de garajeo. Aliment son formidables en todo ello: música para que los muchachos se lancen al vacío y bailen pogo, al ritmo de himnos encendidos y “uooouooos” bravos. No faltará quien les compare con Mujeres, pero aunque parezca increíble el trío de Girona es todavía más crudo y salvaje. Está claro que para ellos la fiesta no ha empezado hasta que alguien empieza a sangrar y empiezan las hostias. Santas hostias. - Mondo Sonoro